Dormí a pierna
suelta, gracias a la sensación de alivio que me había dejado la primera jornada
de mi conversación con Malospelos y Benavides. Por fin le había endosado mis
cuitas a alguien, que sabía escuchar con atención y paciencia. Estaba
convencido que les había interesado mis propuestas, así que retomé el camino
con ánimos renovados; la temperatura había bajado ligeramente y el paseo
resultaba, aún, más placentero; la gente con la que me cruzaba, me parecían más
amigables; creo que iba sonriendo, y mis sonrisas unas veces eran
correspondidas y otras producían una cierta sorpresa, por lo poco habitual.
- Buenos días, Benavides –saludé,
parándome- Buenos días, Malospelos – repetí desde la distancia-. Ayer me
preguntabas si mi propuesta nos iba a dejar sin parlamento y aplacé mi
respuesta hasta hoy. Si os parece, para hacerlo os voy a contar un cuento.
- ¡Arrea! –exclamó Benavides, dirigiéndose
a Malospelos- Este pretende hacer como Cervantes, que intercalaba cuentos en la
narración de El Quijote.
- Por favor –medié-, no es mi intención
emular a Don Miguel, lo que ocurre es que para dar forma a mi segunda propuesta
hace un par de años escribí un cuento, que mandé a la prensa sin ningún éxito,
y me parece bastante tonto no aprovecharlo en esta ocasión. Creo que os puede
gustar.
- Que me place –dijo Benavides-, con tal de
que no empiece citando un lugar de La Mancha...
- No, el lugar no es otro que este
Parlamento. Aquí va:
-I-
Pese al lumbago que le acosaba dolorosamente, Eduardo Soto estaba allí, en el
Congreso, no tanto por cumplir su deber, ni por atención a los votantes, que en
ese momento le importaban un bledo, sino porque la secretaría del grupo
parlamentario le había obligado. Las cosas no estaban como para ponerse tieso con la
máquina del partido.
Casi un
tercio del hemiciclo estaba vacío, aunque todos los diputados estuvieran
presentes incluso aquellos que, como él, tenían excusa mas que razonable para
haberse quedado en casa. Le indignaba que los blancos que "ocuparan” un tercio del hemiciclo, brillando por su ausencia.
Incapaz de seguir la monótona
oratoria del Ministro de Hacienda, Eduardo, inflado a antiinflamantorios dejó que su somnoliento pensamiento fluyera tratando de recordar cómo se había llegado a la extravagante situación
actual; recordaba que la fuerte abstención registrada en las penúltimas generales, fue interpretada como una muestra de la incapacidad de
los dos partidos mayoritarios para captar el voto moderado y cambiante del centro, que con anterioridad había optado por un voto útil
“contra” uno de los dos partidos mayoritarios.
El manipulador Diego Méndez, desde la cómoda e irresponsable tribuna de su periódico, lanzó el reto de dar representación al voto en blanco, y los ingenuos líderes de los partidos ¡lo aceptaron, creyendo de consuno que no cuajaría!
La propuesta de Méndez era que los blancos, como empezó de inmediato a conocérseles, pudieran conseguir “representación” parlamentaria como cualquier otro grupo, aunque eso sí, a través de escaños vacíos, que nos permitieran visualizar que muchos ciudadanos no se sentían representados por nuestra oferta.
La máquina se puso en marcha, y al final resultó una forma sencilla, y muy barata, de
crear un tercer “partido” de ámbito nacional que, gracias a la ley D’Hont,
echaría del Parlamento a los pequeños partidos nacionalistas que tanto e
inmerecido protagonismo habían adquirido durante las anteriores legislaturas.
La mayoría se movía entre la
catástrofe y la arcadia, pero en general se fue produciendo un incremento de la
curiosidad y el interés, no exento de altibajos de acuerdo con el resto de
acontecimientos que captaban la atención popular. Pero lo más importante fue
que los partidos empezaron a verle las orejas al lobo y tuvimos que ponernos a
trabajar como no lo hacíamos desde las elecciones del 79 y del 82, en las que los
programas se prepararon pensando en atraer el voto, y se discutieron
públicamente, con gran participación ciudadana. Lo cierto es que a partir de
ahí, y de forma creciente, los partidos nos habíamos ido refugiando tras la
sigla y el líder, esperando que el elector nos fuera fiel o, al menos,
rechazara el voto al rival.
Lo más sorprendente, lo que nos
debería hacer reflexionar, es que sin necesidad de pegar carteles, sin montar
mítines, sin asistir a debates cara a cara, sin una campaña mediática en toda
regla, fue suficiente el boca a boca, la curiosidad de los votantes y el
rechazo a lo establecido, que por otra parte tampoco suponía la
desestabilización del sistema, para que los blancos consiguieran, en su primera
“comparecencia electoral”, cerca de diez millones de votos, que habían supuesto
la friolera de cien escaños, y el vaciado de casi un tercio del hemiciclo.
Qué extraña noche electoral pasamos
todos. Los blancos, sin necesidad de apoderados, ni interventores, iban sumando
votos y votos. Resultaba asombroso cómo la gente se había molestado en ir a
votar para depositar una papeleta en blanco, sólo como reacción contra
nosotros. Las cifras se fueron concretando, y los blancos superaron las
previsiones de los sondeos preelectorales alcanzando la redonda cifra de cien
diputados, con resultados puntuales bien curiosos, como eran los casos de Ceuta
y Melilla, que se habían quedado sin representación parlamentaria.
Como era previsible, los blancos
ganaron en circunscripciones “autonomistas” como las tres provincias vascas,
más Gerona y Lérida, pero también en provincias de la España de más rancio
abolengo como Albacete, Ávila, Cuenca o Soria y en la insular Tenerife.
Por otra parte, tal como se había
previsto, la Ley D’Hont convirtió en extraparlamentarios a ERC, Nafarroa-Bai,
el BNG, Iniciativa per Catalunya, al partido de Rosa Díez, y hasta a la
mismísima Izquierda Unida, lo que a muchos nos hizo recordar las viejas tiras
de Peridis con Carrillo asomando por la alcantarilla.
- ¡Alto ahí! –exclamó Malospelos- ¿De dónde
ha sacado tu cabecita loca esos datos?
- Si, quizás sea necesario aclarar esto.
Para cuantificar el escenario que estaba creando, partí de los resultados de
las elecciones de 2008, y consideré la abstención como voto en
blanco. Soy muy consciente de que existe
una abstención técnica inevitable, y que la abstención de las provincias
autonomistas tiene otras motivaciones, pero he recurrido a este artificio para
compensar la mas que posible fuga de votos hacia el blanco. “Las que entran por
las que salen...” En cualquier caso esto no es más que una historieta de
política-ficción.
Con vuestro permiso, sigo.
-Sigue, sigue –dijo Benavides-.
Los acontecimientos posteriores
se desarrollaron de forma normal salvo en lo que las inevitables anécdotas se
refiere. El Rey, en su recepción al candidato, no pudo reprimir su humor
borbónico, diciéndole:
-Este año mabéis (contracción
real, por “me habéis”) ahorrado mucho trabajo, dejándome la consulta reducida a
seis grupos...
Por su parte, el presidente del
Congreso también hizo uso de su gracejo castizo, cuando a micrófono semicerrado
le dijo al vicepresidente: “...y ahora, cuando termine el de CIU, ¿qué hago?
¿Doy media hora de descanso?
Algo sacó de su espeso sueño a Eduardo. Tal vez algún ruido producido por Carmela, su esposa, de profesión publicista. Cuando Eduardo, aún sudoroso le contó el sueño se lo pasó en grande. Ella lo veía muy clarito:
-Mira, Eduardo, cuando una mujer, que no sea tonta, va de tiendas, entra y sale, mira,
pregunta y compara, cuantas veces considere oportuno, y si no ve algo que le
convenga... ¡se vuelve a casa sin nada! Y el problema es que vosotros, y
vuestros rivales, habéis dejado de convenir a los ciudadanos desde hace
lustros..., y como decía mi madre: “lo que no conviene, se deja”.
Este país, que acogió en el 77 una monarquía constituyente,
como podría haber acogido la tercera república o la china imperial, era y es
mayoritariamente de centro, porque así lo dejó el franquismo y porque nadie ha hecho
nada para educar de forma atractiva en la democracia. Lo único que habéis
hecho, unos y otros ha sido luchar por el poder cada cuatro años..., y alguna otra cosilla a la que no quiero referirme.
-Pero Carmela...
-No interrumpas, sabes que tengo
razón. Desde la desaparición formal del centro, sus votantes han estado
oscilando entre los dos partidos, en función de quien lo hacía peor. En el 82
se fueron con Felipe, porque al otro lado estaban Fraga y Blas Piñar. Tras los
escándalos del PSOE, se fueron con Aznar, porque no había alternativa, y en el
2000 se echaron en manos de Zapatero, aterrorizados por el pacto de las Azores
y sus consecuencias… Si según tu sueño, a alguien se le ocurriera darles una
opción, que les permitiera, a un tiempo, participar democráticamente y mostrar
el rechazo a las fórmulas habituales, se tirarían de cabeza a la urna,
empezando por mí, si no te molesta oírlo.
Si queréis que esto cambie -continuó Carmela- cambiad vosotros de estrategia. Tal vez bastaría con que salierais
a la calle y oyerais a la gente, para poder proponernos cosas que realmente nos
interesen, y no sólo a vosotros y a vuestras luchas cuatrienales por el poder.
-/-
- Y hasta aquí llega el cuento –dije,
mirándoles alternativamente al uno y al otro, en espera de su reacción-.
-Hombre, dijo Benavides, se trata de un cuento sencillito.
-Hombre, dijo Benavides, se trata de un cuento sencillito.
-Veréis, era más largo. Emulaba una historia, no se si de Borges o de Cortázar, en el que se confunden sueño y realidad, pero lo he simplificado para vosotros.
-Estaréis conmigo en que -proseguí-, si los partidos siguen viviendo de espaldas a la realidad –esta es mi impresión- preocupados de ellos y por ellos, sin ofrecer alternativas que puedan interesar a una parte importante de la población, si el votante tiene que hacer equilibrios en el alambre para dar su confianza a alguien, para no pasar olímpicamente de las elecciones, lo menos que puede ofrecérsele es la posibilidad de que su voto en blanco, que es un ejercicio positivo de democracia, sirva de algo.
-Estaréis conmigo en que -proseguí-, si los partidos siguen viviendo de espaldas a la realidad –esta es mi impresión- preocupados de ellos y por ellos, sin ofrecer alternativas que puedan interesar a una parte importante de la población, si el votante tiene que hacer equilibrios en el alambre para dar su confianza a alguien, para no pasar olímpicamente de las elecciones, lo menos que puede ofrecérsele es la posibilidad de que su voto en blanco, que es un ejercicio positivo de democracia, sirva de algo.
Serviría, supongo, de cura de
humildad, de recordatorio de que una parte de la sociedad no tiene quien la
represente, de acicate para intentar captar a esa parte...y además, nos
ahorraríamos unas pesetillas...
- El chocolate del loro –dijo Malospelos.
Además, ¿quien te garantiza que los partidos fueran a reaccionar positivamente?
Los líderes iban a obtener sus escaños y, pasada la primera sorpresa, el juego
seguiría tal cual...¡ a todo se acostumbra uno!
- Es muy posible que tengas razón, pero no
dejo de pensar que surgirían nuevas ofertas, para cubrir los vacíos detectados
y los grupos de siempre no podrían quedarse parados
A propósito, uniendo las dos historietas,
está claro que, gracias a la “enmienda Tierno” y sus derivados, Soto se
podría quedar en casa cuidando su lumbago, ya que su voto estaría delegado, de
oficio, en el portavoz del partido. ¿Cómo es posible que una propuesta que
cuente con una mayoría suficiente -en representación de los votantes-, esté
pendiente de la salud coyuntural de los diputados? ¡Menudo disparate!
En cualquier órgano de gobierno colegiado,
desde una comunidad de vecinos, hasta el consejo de administración de la
empresa más importante, el voto de puede delegar. ¿Por qué no en nuestros
parlamentos?
- Bueno, -siguió Benavides-, con tus dos
primeras propuestas ya has puesto patas arriba el sistema. Supongo que tendrás
algo previsto sobre nosotros, porque al paso que vas me parece que nos
sustituyes por leones “blancos”
- Si os parece lo dejamos aquí, y ya
hablaremos otro día sobre vosotros. En cualquier caso, prefiero veros de blanco
antes que de rojiblanco, tal como os pusieron los parlamentarios vascos con
ocasión de la final de copa del 2009. Hasta mañana.
- Temblando nos dejas, -se despidió Malospelos.
Yo también quiero votar en blanco
ResponderEliminarEn cuanto nos dejen
EliminarUn saludo
Gracias, tienes el raro honor de ser el primero que hace un comentario en este blog, que interrumpí al sentirme desbordado por los hechos.
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