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jueves, 13 de marzo de 2014

El voto en blanco (Jornada II)

Dormí a pierna suelta, gracias a la sensación de alivio que me había dejado la primera jornada de mi conversación con Malospelos y Benavides. Por fin le había endosado mis cuitas a alguien, que sabía escuchar con atención y paciencia. Estaba convencido que les había interesado mis propuestas, así que retomé el camino con ánimos renovados; la temperatura había bajado ligeramente y el paseo resultaba, aún, más placentero; la gente con la que me cruzaba, me parecían más amigables; creo que iba sonriendo, y mis sonrisas unas veces eran correspondidas y otras producían una cierta sorpresa, por lo poco habitual.

- Buenos días, Benavides –saludé, parándome- Buenos días, Malospelos – repetí desde la distancia-. Ayer me preguntabas si mi propuesta nos iba a dejar sin parlamento y aplacé mi respuesta hasta hoy. Si os parece, para hacerlo os voy a contar un cuento.
- ¡Arrea! –exclamó Benavides, dirigiéndose a Malospelos- Este pretende hacer como Cervantes, que intercalaba cuentos en la narración de El Quijote.
- Por favor –medié-, no es mi intención emular a Don Miguel, lo que ocurre es que para dar forma a mi segunda propuesta hace un par de años escribí un cuento, que mandé a la prensa sin ningún éxito, y me parece bastante tonto no aprovecharlo en esta ocasión. Creo que os puede gustar.
- Que me place –dijo Benavides-, con tal de que no empiece citando un lugar de La Mancha...
- No, el lugar no es otro que este Parlamento. Aquí va:
-I-
Pese al lumbago que le acosaba dolorosamente, Eduardo Soto estaba allí, en el Congreso, no tanto por cumplir su deber, ni por atención a los votantes, que en ese momento le importaban un bledo, sino porque la secretaría del grupo parlamentario le había obligado. Las cosas no estaban como para ponerse tieso con la máquina del partido.
Casi un tercio del hemiciclo estaba vacío, aunque todos los diputados estuvieran presentes incluso aquellos que, como él, tenían excusa mas que razonable para haberse quedado en casa. Le indignaba que los blancos que "ocuparan” un tercio del hemiciclo, brillando por su ausencia.
Incapaz de seguir la monótona oratoria del Ministro de Hacienda, Eduardo, inflado a antiinflamantorios dejó que su somnoliento pensamiento fluyera tratando de recordar cómo se había llegado a la extravagante situación actual; recordaba que la fuerte abstención registrada en las penúltimas generales, fue interpretada como una muestra de la incapacidad de los dos partidos mayoritarios para captar el voto moderado y cambiante del centro, que con anterioridad había optado por un voto útil “contra” uno de los dos partidos mayoritarios.
El manipulador Diego Méndez, desde la cómoda e irresponsable tribuna de su periódico, lanzó el reto de dar representación al voto en blanco, y los ingenuos líderes de los partidos ¡lo aceptaron, creyendo de consuno que no cuajaría!
 La propuesta de Méndez era que los blancos, como empezó de inmediato a conocérseles, pudieran conseguir “representación” parlamentaria como cualquier otro grupo, aunque eso sí, a través de escaños vacíos, que nos permitieran visualizar que muchos ciudadanos no se sentían representados por nuestra oferta.
La máquina se puso en marcha, y al final resultó una forma sencilla, y muy barata, de crear un tercer “partido” de ámbito nacional que, gracias a la ley D’Hont, echaría del Parlamento a los pequeños partidos nacionalistas que tanto e inmerecido protagonismo habían adquirido durante las anteriores legislaturas.
 Hubo de todo; desde los que vaticinaron el fin de la democracia, por cierto varios de ellos no estaban entre sus más acérrimos defensores y practicantes; hasta los que consideraban que España iba a dar un ejemplo al mundo de lo que era la auténtica esencia de la representación popular ya que así, muchos ciudadanos podían exigir a los políticos que les oyeran antes de realizar sus ofertas electorales y no tener que elegir entre el voto útil, o la abstención pasota.
La mayoría se movía entre la catástrofe y la arcadia, pero en general se fue produciendo un incremento de la curiosidad y el interés, no exento de altibajos de acuerdo con el resto de acontecimientos que captaban la atención popular. Pero lo más importante fue que los partidos empezaron a verle las orejas al lobo y tuvimos que ponernos a trabajar como no lo hacíamos desde las elecciones del 79 y del 82, en las que los programas se prepararon pensando en atraer el voto, y se discutieron públicamente, con gran participación ciudadana. Lo cierto es que a partir de ahí, y de forma creciente, los partidos nos habíamos ido refugiando tras la sigla y el líder, esperando que el elector nos fuera fiel o, al menos, rechazara el voto al rival.
Lo más sorprendente, lo que nos debería hacer reflexionar, es que sin necesidad de pegar carteles, sin montar mítines, sin asistir a debates cara a cara, sin una campaña mediática en toda regla, fue suficiente el boca a boca, la curiosidad de los votantes y el rechazo a lo establecido, que por otra parte tampoco suponía la desestabilización del sistema, para que los blancos consiguieran, en su primera “comparecencia electoral”, cerca de diez millones de votos, que habían supuesto la friolera de cien escaños, y el vaciado de casi un tercio del hemiciclo.
Qué extraña noche electoral pasamos todos. Los blancos, sin necesidad de apoderados, ni interventores, iban sumando votos y votos. Resultaba asombroso cómo la gente se había molestado en ir a votar para depositar una papeleta en blanco, sólo como reacción contra nosotros. Las cifras se fueron concretando, y los blancos superaron las previsiones de los sondeos preelectorales alcanzando la redonda cifra de cien diputados, con resultados puntuales bien curiosos, como eran los casos de Ceuta y Melilla, que se habían quedado sin representación parlamentaria.
Como era previsible, los blancos ganaron en circunscripciones “autonomistas” como las tres provincias vascas, más Gerona y Lérida, pero también en provincias de la España de más rancio abolengo como Albacete, Ávila, Cuenca o Soria y en la insular Tenerife.
Por otra parte, tal como se había previsto, la Ley D’Hont convirtió en extraparlamentarios a ERC, Nafarroa-Bai, el BNG, Iniciativa per Catalunya, al partido de Rosa Díez, y hasta a la mismísima Izquierda Unida, lo que a muchos nos hizo recordar las viejas tiras de Peridis con Carrillo asomando por la alcantarilla.
- ¡Alto ahí! –exclamó Malospelos- ¿De dónde ha sacado tu cabecita loca esos datos?
- Si, quizás sea necesario aclarar esto. Para cuantificar el escenario que estaba creando, partí de los resultados de las elecciones de 2008, y consideré la abstención como voto en blanco. Soy muy consciente de que existe una abstención técnica inevitable, y que la abstención de las provincias autonomistas tiene otras motivaciones, pero he recurrido a este artificio para compensar la mas que posible fuga de votos hacia el blanco. “Las que entran por las que salen...” En cualquier caso esto no es más que una historieta de política-ficción.
Con vuestro permiso, sigo.
-Sigue, sigue –dijo Benavides-.
Los acontecimientos posteriores se desarrollaron de forma normal salvo en lo que las inevitables anécdotas se refiere. El Rey, en su recepción al candidato, no pudo reprimir su humor borbónico, diciéndole:
-Este año mabéis (contracción real, por “me habéis”) ahorrado mucho trabajo, dejándome la consulta reducida a seis grupos...
Por su parte, el presidente del Congreso también hizo uso de su gracejo castizo, cuando a micrófono semicerrado le dijo al vicepresidente: “...y ahora, cuando termine el de CIU, ¿qué hago? ¿Doy media hora de descanso? 

Algo sacó de su espeso sueño a Eduardo. Tal vez algún ruido producido por Carmela, su esposa, de profesión publicista. Cuando Eduardo, aún sudoroso le contó el sueño  se lo pasó en grande. Ella lo veía muy clarito:
 -Mira, Eduardo, cuando una mujer, que no sea tonta, va de tiendas, entra y sale, mira, pregunta y compara, cuantas veces considere oportuno, y si no ve algo que le convenga... ¡se vuelve a casa sin nada! Y el problema es que vosotros, y vuestros rivales, habéis dejado de convenir a los ciudadanos desde hace lustros..., y como decía mi madre: “lo que no conviene, se deja”.
Este país, que acogió en el 77 una monarquía constituyente, como podría haber acogido la tercera república o la china imperial, era y es mayoritariamente de centro, porque así lo dejó el franquismo y porque nadie ha hecho nada para educar de forma atractiva en la democracia. Lo único que habéis hecho, unos y otros ha sido luchar por el poder cada cuatro años..., y alguna otra cosilla a la que no quiero referirme.
-Pero Carmela...
-No interrumpas, sabes que tengo razón. Desde la desaparición formal del centro, sus votantes han estado oscilando entre los dos partidos, en función de quien lo hacía peor. En el 82 se fueron con Felipe, porque al otro lado estaban Fraga y Blas Piñar. Tras los escándalos del PSOE, se fueron con Aznar, porque no había alternativa, y en el 2000 se echaron en manos de Zapatero, aterrorizados por el pacto de las Azores y sus consecuencias… Si según tu sueño, a alguien se le ocurriera darles una opción, que les permitiera, a un tiempo, participar democráticamente y mostrar el rechazo a las fórmulas habituales, se tirarían de cabeza a la urna, empezando por mí, si no te molesta oírlo.
Si queréis que esto cambie -continuó Carmela- cambiad vosotros de estrategia. Tal vez bastaría con que salierais a la calle y oyerais a la gente, para poder proponernos cosas que realmente nos interesen, y no sólo a vosotros y a vuestras luchas cuatrienales por el poder.
-/-
- Y hasta aquí llega el cuento –dije, mirándoles alternativamente al uno y al otro, en espera de su reacción-.
-Hombre, dijo Benavides, se trata de un cuento sencillito. 
-Veréis, era más largo. Emulaba una historia, no se si de Borges o de Cortázar, en el que se confunden sueño y realidad, pero lo he simplificado para vosotros. 
-Estaréis conmigo en que -proseguí-, si los partidos siguen viviendo de espaldas a la realidad –esta es mi impresión- preocupados de ellos y por ellos, sin ofrecer alternativas que puedan interesar a una parte importante de la población, si el votante tiene que hacer equilibrios en el alambre para dar su confianza a alguien, para no pasar olímpicamente de las elecciones, lo menos que puede ofrecérsele es la posibilidad de que su voto en blanco, que es un  ejercicio positivo de democracia, sirva de algo.
Serviría, supongo, de cura de humildad, de recordatorio de que una parte de la sociedad no tiene quien la represente, de acicate para intentar captar a esa parte...y además, nos ahorraríamos unas pesetillas...
- El chocolate del loro –dijo Malospelos. Además, ¿quien te garantiza que los partidos fueran a reaccionar positivamente? Los líderes iban a obtener sus escaños y, pasada la primera sorpresa, el juego seguiría tal cual...¡ a todo se acostumbra uno!
- Es muy posible que tengas razón, pero no dejo de pensar que surgirían nuevas ofertas, para cubrir los vacíos detectados y los grupos de siempre no podrían quedarse parados
A propósito, uniendo las dos historietas, está claro que, gracias a la “enmienda Tierno” y sus derivados, Soto se podría quedar en casa cuidando su lumbago, ya que su voto estaría delegado, de oficio, en el portavoz del partido. ¿Cómo es posible que una propuesta que cuente con una mayoría suficiente -en representación de los votantes-, esté pendiente de la salud coyuntural de los diputados? ¡Menudo disparate!
En cualquier órgano de gobierno colegiado, desde una comunidad de vecinos, hasta el consejo de administración de la empresa más importante, el voto de puede delegar. ¿Por qué no en nuestros parlamentos?
- Bueno, -siguió Benavides-, con tus dos primeras propuestas ya has puesto patas arriba el sistema. Supongo que tendrás algo previsto sobre nosotros, porque al paso que vas me parece que nos sustituyes por leones “blancos”
- Si os parece lo dejamos aquí, y ya hablaremos otro día sobre vosotros. En cualquier caso, prefiero veros de blanco antes que de rojiblanco, tal como os pusieron los parlamentarios vascos con ocasión de la final de copa del 2009. Hasta mañana.
- Temblando nos dejas, -se despidió Malospelos.





3 comentarios:

  1. Yo también quiero votar en blanco

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  2. Gracias, tienes el raro honor de ser el primero que hace un comentario en este blog, que interrumpí al sentirme desbordado por los hechos.

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