Me eché a la
calle con decisión. Mientras recorría el Viaducto, sentía que había estado
perdiendo el tiempo miserablemente, buscando la forma de hacer llegar a los
demás, a quien quiera que pudieran interesarle, las ideas que llevaban años
rondando por mi cabeza.
Al terminar
el Viaducto doble hacia Mayor y, con paso firme me encaminé hacia Sol (por
cierto, cómo se hace notar la cuesta arriba hasta la Puerta de Guadalajara,
cuando se anda a buen paso) había comentado algunas de tales ideas a amigos y
familiares, que sonreían...y callaban. Había mandado algunas cartas a los
periódicos, con magro resultado: el “director” a quien mandé mis cartas no
debió apreciar en ellas interés para su publicación. Había tratado de
incorporarme a algunas de esas cadenas de correos electrónicos en las que se
abordan, de forma apasionada y tendenciosa, los temas de actualidad
política...pero me daba cierto reparo.
Al atravesar Sol no tuve más remedio que
elevar el volumen de mis pensamientos para superar el ruido del gentío: creo
que, aunque aún no es mi costumbre, llegué a hablar en voz alta para poder
oírme. Pero lo importante es que había dado con la forma de desahogarme, creía
haber encontrado los interlocutores idóneos a mis cuitas: ellos no podían
negarse y además había antecedentes que me animaban a intentarlo.
Casi vociferando entré en la Carrera de San
Jerónimo, el ruido disminuyó y pase al “modo silencio” justo cuando mi ansiedad
se iba equilibrando con mi esperanza. Al terminar el tramo llano y vislumbrar
al fondo a Los Jerónimos la esperanza empezaba a superar la ansiedad: allí
estaban mis futuros y deseados interlocutores: Benavides y Malospelos.
Realmente mi mayor esperanza estaba puesta
en Malospelos, al que creía, a priori, más accesible, más llano, más del
pueblo. Por ello pasé delante de Benavides con un sencillo saludo, si no frío,
sí estrictamente cortés. No me contestó, o al menos yo no oí nada. Alcancé a
Malospelos y me planté en frente suyo. El sol de la tarde me daba en la espalda
y podía verlo, bien iluminado, mirando hacia El Prado, con toda su fiereza y
aparente desdén.
-
Buenas tardes, Malospelos.
Silencio ominoso.
- Realmente no se cómo debo dirigirme a... ¿ustedes?
Mi natural es tratarles de usted, pero siendo mi intención mantener una larga y
fluida relación, rayana en la amistad, se me hace un poco raro que no nos
tuteemos.
Esta vez me pareció oír algo así como un
ronroneo, más propio de gato que de león, pero con el ruido del tráfico no pude
discernir si me había contestado o no.
- Por otra parte, es evidente que no les puedo llamar “señor”, dada su naturaleza, y lo de “señor león” o “majestad” me parece inapropiado.
- Por otra parte, es evidente que no les puedo llamar “señor”, dada su naturaleza, y lo de “señor león” o “majestad” me parece inapropiado.
Ahora el ruido fue evidente, aunque
absolutamente indescifrable para mí. No obstante, me dio ánimo para seguir
hablando, con la esperanza de obtener contestación.
Malospelos |
Soy, por supuesto, un demócrata
convencido y aprecio en el sistema las mismas excelencias que apreciaba
Churchill, cuando afirmaba aquello de que: la democracia es el peor de todos
los sistemas políticos, con excepción de todos los restantes, pero tengo
numerosas quejas, me asaltan inquietantes dudas, la cabeza se me llena de
“bulle bulles”, siento la necesidad de compartir todo ello con los demás...y no
encuentro cómo, ni donde: los periódicos publican lo que quieren, según su
línea editorial; las tertulias, son corrales de profesionales en las que el
resto no cuenta; los blogs, ya veremos...
De pronto di en pensar que a
vosotros debía pasaros algo similar: en los casi 140 años que lleváis ahí
colocados, habéis visto y oído de todo, sin poder -¿o sin querer?- participar;
deberíais estar un poco de vuelta de todo, un poco hartos...y me dije: ¿por qué
no contarles mis cuitas a ellos?, ¿quién mejor que ellos puede entenderme?,
¿qué pierdo con intentarlo?
- ¡Para ya. No insistas en tus argumentos!
–ahora la voz me llegaba clara, voz de..., voz de león de bronce, pero me
llegaba desde dentro. Agradecí esta comunicación de tipo telepático, que me
pondría al margen de los orates, ya fueran del móvil o, simplemente, orates-.
Estoy, estamos, dispuestos a oírte y hablar contigo.
Contestamos a infinidad de
ciudadanos, pero unos no nos reciben, otros, creen que alucinan al oírnos, y no
se lo cuentan a nadie, la mayoría no vuelven...pero tu tienes pinta de oír y
volver, lo que yo personalmente te agradezco, porque no sabes ¡qué aburrido es
estar aquí parado, viendo pasar el tiempo, como la Puerta de Alcalá, sin
participar, ni compartir! A Benavides, que desde luego es más estirado y
remilgoso que yo, le sucede otro tanto, aunque le cueste reconocerlo.
- En cuanto a lo del tratamiento, comprenderás que
en las fechas que estamos y con los usos y costumbres que se estilan, no hay
más remedio que aceptar el tuteo, aunque, eso sí, en cuanto apreciemos
cualquier indicio de falta de respeto, ¡puedes darte por ignorado!
- Gracias, muchas gracias por vuestra acogida.
Pensé que iba a tener que insistir más; estaba dispuesto a utilizar cualquier
tipo de argumento para que hablarais conmigo, pero dada vuestra predisposición
favorable a hacerlo, me siento liberado; ya tengo alguien a quien contar mis
cuitas e inquietudes. Me vuelvo a casa lleno de esperanza.
Si no tenéis inconveniente,
voy a poner un poco en orden mis ideas, y mañana mismo empiezo a contaros.
Dedicaré cada día a un tema, para no mezclarlos, aunque en realidad siempre
están relacionados.
- Cada día un tema -dijo Benavides-; me estás
recordando lo de las mil y una noches: Entonces, Sherezade, vio aparecer la
mañana y guardó silencio discretamente.... Espero que no tengas para mil y
un días, porque me temo que no vas a ser tan ameno como ella. Nosotros no te
vamos a cortar el cuello, pero te cortaremos el diálogo en cuanto nos aburras.
- Dale un margen -terció Malospelos-, vamos
a darle una oportunidad. La verdad es que yo agradezco que haya pensado en
nosotros. Además, ¿tienes algo mejor que hacer? Anda, vete a casa -me dijo-, y
vuelve mañana... que aquí estaremos.
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